La historia del machete: más allá del miedo

Vivir sin miedo te empodera. En esta historia que me sucedió hace unos años atrás te voy a contar cómo vivir más allá del miedo le salvó la vida a una persona que conocí.
¿Te acuerdas del artículo “Manifestando al hombre de mis sueños en 7 días”? Bueno, si no lo has leído comienza con ese primero, porque esta es la continuación que escribo muchos años después.
Y comienza así.
Erik (sí, ahora sí revelo su nombre) fue el hombre de 1 metro 80cm, deportista, que manifesté en ese artículo que publiqué años atrás al pie de la letra. Una historia de esas mágicas que suceden cuando uno viaja.
La cosa es que un día, en uno de nuestros paseos diarios decidimos explorar las montañas sin rumbo, por los maravillosos paisajes de Bali.
Nos dirigimos a las montañas. Y entre las muchas curvas e ir subiendo nos detuvimos en paraje desde donde se contemplaba gran parte de la isla, hasta el mar. Donde nos estacionamos encontramos un camino que se adentraba en lo que era como un valle entre las montañas. Fuimos a caminar. Y encontramos un pequeño templo, lo que no es inusual en Bali (hay miles de templos).
El lugar nos invitó a deternos, contemplar y descansar. Y decidimos tomar una siesta. Se dio de forma orgánica, cada uno en su espacio unos 10 metros de separación entre ambos.
No sé cuánto tiempo habrá pasado, pero recuerdo que después de haber dormido unos minutos (o quizás una hora) desperté con la sensación, el saber que me decía: “debemos irnos”.
Al mismo tiempo Erik se había despertado también. Entre la modorra lo vi levantarse y acercarse donde yo estaba. Le dije “siento que tenemos que irnos”, en mí había había un sentido de urgencia.
Pero ya era demasiado tarde.
Erik se había inclinado y estaba de cierta forma “encima mio” cuando diciendo “vamos” y dándome un beso cariñoso que no era sexual cuando escuchamos un grito que nos dejó helados.
“¡Eeeeeey!” – Nos congelamos ambos.
La escena era la siguiente: dos extranjeros en una posición comprometedora en el templo. Nada de bueno.
En dos segundos observé como todos mis mecanismos de defensa internos se levantaron, y todo comenzó a suceder como en cámara lenta.
Acostada como estaba, con Erik literalmente a unos centímetros sobre mi (no estaba “encima mio”, sino que se apoyaba con las manos, como si se hubiera levantado de hacer flexiones), lo vi mirar a su izquierda, a la puerta del templo. Yo lo observé. Ya para esos instantes ya había procesado mi miedo y estaba en un estado conexión profunda, evaluando toda la situación de “peligro” que nos asechaba.
Miré a mi derecha, vi al hombre parado en la puerta del templo con un machete en la mano, claramente molesto por lo que estaban viendo sus ojos: dos “bulés” (extranjeros en idioma Bahasa) profanando el templo. Darle cualquier explicación sería absurdo.
Volví mi mirada a Erik y le dije, con toda la calma del mundo, porque en mi mundo yo no estaba dando mi consentimiento a que nada negativo nos pasara y el balinés tendría que esperar.
“Vuelve a ti… obsérvate, respira” – le dije, Erik, este hombre de metro ochenta, ya comenzaba a temblar. Me dijo “Es que tiene un machete”, “si sé” – le dije-, “y eso es irrelevante”. Con absoluta convicción y una tranquilidad inamovible.
Una vez que volvió a su centro hice el movimiento para levantarnos y tomé la delantera en enfrentarme a la situación de la mejor forma posible.
El balines, molesto, nos escoltó fuera del valle. Intentar si quiera explicar la situación era en vano, en realidad lo relevante era salir de ahí sin salir lastimados.
Y así fue.
Pasaron alrededor de 6 meses. Erik ya había vuelto a California cuando me contacta de una forma inesperada.
- “Javi, quiero contarte que conocerte me salvó la vida”.
Wow, eso no es algo que escuchas todos los días y por lo demás ¡no tenía idea cómo! Me contó su historia.
- “El otro día estaba caminando en las calles cuando dos hombres me asaltaron con un rifle. Tu fuiste lo primero que vino a mi mente y la historia que vivimos en Bali. No sé como lo hice, pero abrí los brazos sin miedo y algo pasó. Los hombres se sintieron tan desconcertados con mi reacción que no supieron qué hacer y se fueron. Estoy impresionado y estoy seguro de que eso me salvó la vida”
Y fue la última vez que hablamos.
A veces no sabemos el impacto que una experiencia pueda tener en otros mucho más adelante.
Pero lo más relevante de todo esto es el más simple mensaje: Cuando aprendes a procesar tus miedos estás mucho más protegido que cuando actúas desde el miedo. Tienes más capacidad de discernir.
Si quieres ser más feliz y empoderarte en el más profundo nivel: procesa tus miedos.
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