La falsa creencia de que Dios perdona

Cuando hablamos de despertar a verdades más profundas de nosotros mismos, la naturaleza de la realidad que nos rodea y la divinidad inherente que nos compone, tarde o temprano nos cuestionaremos las creencias con las cuales funcionamos y nos movemos en este mundo. ¿Por qué? Porque son las que nos atan o liberan de estados contractivos de percepción.
En una de mis clases, una persona me preguntó si creía o no en Dios y qué era Dios para mí. Mi entender personal de lo anterior es muy sencillo: para mi Dios es Todo. Es la consciencia que compone la existencia y la existencia misma. Por lo tanto, Dios no está separado de nada ni nadie, al mismo tiempo, su nombre y forma es irrelevante.
El concepto de Dios es algo que rara vez menciono en mis clases y talleres porque este concepto esta lleno de “dogmas” y las dogmas son un “conjunto de creencias”. Las creencias son contractivas o expansivas e influencian como experimentamos el mundo en todo momento. Por lo tanto, en lo personal, no me importa qué religión o credo alguien pueda seguir, todos son bienvenidos, lo único relevante es que elijamos con consciencia lo que nos hace bien de lo que no.
En mi opinión, creamos a Dios demasiado a semejanza del hombre y no viceversa.
Si se trata de dogma, mi sesgo personal de Dios está teñido del credo Católico por haberme criado en dicho contexto. En dicho contexto mi enseñanza fue la de un único Dios, creador del Universo construido de Amor Incondicional.
El siguiente artículo tiene como objetivo cuestionarnos la creencia de que Dios perdona e ir un paso más allá en tu capacidad de expandirte, de conectar con lo que está más allá del pensamiento dual y separatista.
Observemos primero lo que es el perdón.
Según el diccionario de la Real Academia Española, perdonar se define como:
- Olvidar la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor ni castigarla por ella, o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra tiene con ella.
- Librar a una persona de un castigo o una obligación.
Es muy sencillo, cuando hablamos del acto de perdonar, debemos considerar que hubo un acto de juicio. Algo que se juzgó como “bueno” o “malo”, “negativo” o “positivo”, “correcto o incorrecto” o bien algo en que se infringió “daño”.
Perdonamos cuando consideramos que se nos ha cometido una injusticia, pedimos perdón cuando nos sentimos mal por alguna acción que nosotros cometimos. Perdonar es una energía que nos equilibra, que nos da paz.
El perdón es positivo, es medicina para el alma y la buena convivencia. El perdón nos permite enmendar un error de forma amorosa y unir lazos con otros mientras aprendemos en esta experiencia humana a ser-humanos.
Dios, sin embargo, ¿perdona?
En una de mis experiencias espirituales, que me conectó con la divinidad que todos compartimos, se reveló en “mi” la realidad que existe más allá de la ilusión de la mente (o separación). En esta revelación, experimenté parte de la esencia del todo y en carne y hueso sentí el Amor Incondicional en todo su esplendor, comprendiendo -entre muchas otras cosas- la profundidad del Estado de No-Juicio que compone la existencia que nos rodea.
Es muy simple.
Para que exista perdón debe haber juicio. Por lo tanto, solo un Dios que juzga es un Dios que perdona, y un Dios que juzga deja de ser Incondicional.
Si Dios perdonara significaría que juzga. Y si juzga significa que no ama incondicionalmente. Ya que el amor incondicional se basa en un Estado de No-Juicio.
Entonces, cuando decimos que Dios ama Incondicionalmente y que también perdona estamos hablando de una contradicción en sí misma.
La condicionalidad nos separa de la existencia, la incondicionalidad nos une.
Nosotros, en nuestra limitada percepción de separación y creencias de “bien” y “mal”, “correcto” e “incorrecto”, juzgamos y perdonamos … y creamos a un dios a nuestra semejanza.
La existencia (Dios) no perdona, porque no juzga.
Te invito a poner estos conceptos en práctica juntos.
A continuación, elige algo que aún te produce dolor o te quita el sueño (yo puedo pensar en un par de mi propia vida). Ahora, haz el ejercicio de, por un minuto al menos, abstraerte de emitir un juicio ante lo sucedido, simplemente mira el hecho como algo que “fue”, sin involucrarte, sin emitir un “bueno o malo”, “correcto o incorrecto”… velo pasar frente a ti como una película, como algo que “existió”.
¿Sientes alguna diferencia en cómo vives la experiencia?