Dolor y empatía al sufrimiento ajeno

El dolor de otros nos conmueve porque consciente o inconscientemente todos tenemos la capacidad de sentir a los que nos rodean.
A continuación vamos a hablar de 3 formas distintas en que las personas reaccionan al dolor de otros y también como centrarnos y ser un apoyo real para nosotros mismos y los que nos rodean en momentos de crisis o dolor interno.
La forma en que reaccionamos al dolor de otros varía dependiendo de cada persona.
Algunos, más empáticos, sentirán el dolor del otro como si fuera de ellos, haciéndose uno con lo lo que el otro experimenta. Cuando esto se hace de forma consciente, esto puede traer excelentes resultados e información que podemos utilizar para nuestro beneficio y el de la persona afectada. Cuando no, muchas veces simplemente nos vemos emocionalmente afectados y no somos capaces de tomar desiciones asertivas que nos apoyen a nosotros y a los demás. Confundimos el dolor del otro haciéndolo nuestro.
Otras personas optarán por alejarse lo antes posible del espacio de sufrimiento que los confronta con su sufrimiento personal, evitando así tener que “sentir” en sí mismos lo que les refleja (en la mayoría de los casos), su estado interno aún no abrazado y sentido. En este caso estamos hablando de aún no haber sido capaces de abrazar los espacios de nosotros mismos que nos duelen: y por eso nos arrancamos.
Las personas que no son capaces de contener el dolor de otro no son “malas personas” o “personas sin corazón”. Se trata simplemente de personas aún deben pasar por el proceso de sentir su propio dolor interno para poder estar en presencia con el dolor de otro.
Y finalmente, algunos no serán capaces de empatizar en absoluto, por estar desconectados con su propio dolor interno de forma consciente. Una forma clásica de hacer esto (desconectarnos de nuestro dolor*) es a través de medicamentos que nos ayudan a “mantenernos en un estado a flote” para ser capaces de sobrevivir -sin juicio de esto- a una estructura social que no está creada para facilitar nuestro goce de la vida, sino nuestra “supervivencia” (45 horas de jornadas laborales, sistemas de vida caro, etc).
Ante esto último, no puedo más que empatizar ante las millones de personas que viven en el difícil paradigma de supervivencia que nos deja poco tiempo para gozar de la experiencia de vivir por sí misma y conectar con nuestros sueños más inocentes bajo la seguridad de que lo que nos rodea ya provee de lo necesario para sobrevivir. Pero este es otro tema por completo.
*Dolor: indicador interno que nos dice “mírame”, hay algo acá que debe ser observado para poder encontrar la armonía natural.
¿Por qué es este tema relevante?
Porque miremos a nuestro alrededor, mirémonos a nosotros mismos. Hay dolor donde miremos. Tanto así que hemos llegado a considerar que el sufrimiento humano es “parte de la vida”, “que no se puede estar feliz el 100% del tiempo”. Aún más: las veces en que alguien nos dice que está “en estrés”, “triste”, “apesadumbrado”, “complicado” la mayoría de las veces parece superar con creces las veces que alguien nos dice que está “espectacular”, en “agradecimiento constante”, etc
Esto nos habla de lo que está pasando a nivel individual lo que se traduce a nivel colectivo.
¿Qué hacer ante esta situación?
Lo que estamos haciendo con este artículo, primero, es darnos cuenta, hacernos conscientes de nuestro dolor interno…
…de esa parte nuestra que requiere ser vista, escuchada, observada, sentida. Esa parte que puede estar diciendo “te olvidaste de tus sueños”, “ya no haces lo que amas”, “te olvidaste de ti mismo”, “ya no gozas la vida”, “alimentas a tu cuerpo de una forma que lo hace sufrir”, “no te estás permitiendo sentir amor ni ser amado”, etc.
El dolor es el guía que nos muestra donde tenemos que ver, dónde tenemos que sentir, dónde debemos prestar atención. Una vez que hemos visto lo que el dolor quería mostrarnos, el dolor ya no es necesario.
Cuando nos permitimos sentir, ver, solo entonces podemos tomar decisiones que nos alineen con lo que nuestra sabiduría interna nos quiere mostrar (y que siempre está en alineamiento con nuestra felicidad última y conexión con lo que somos).
Lloramos, destapamos nuestra angustia, sentimos nuestra frustración, vemos nuestra rabia reprimida, decimos/escribimos lo que no nos permitíamos decir (por miedo a ser “malas personas” u otras muchas razones). Somos genuinos con nosotros mismos.
Nos convertimos, de esta forma, en nuestros propios terapeutas personales.
Porque la sanación se produce a través de la presencia incondicional.
Y nosotros, estando con nosotros mismos sin juicio, es todo lo que necesitamos (en primera y más importante instancia), para armonizarnos y alinearnos con nosotros mismos.
¿Duele sentir nuestro dolor interno?
Por supuesto que sí.
Pero siendo capaces de sentirnos lo que crece es nuestra maestría de ser nosotros mismos. De explorar más profundamente lo que Somos. Llegando finalmente a los estados de Paz, Armonía y Amor que tienen relación con nuestro estado Natural Constante. Nuestro estado de Ser Natural que está más allá de la superficie de las emociones fluctuantes.
Comenzamos haciéndonos conscientes de lo que está sucediendo en estos momentos: pensamientos, emociones, situaciones. Desde esta consciencia (de no resistirnos al presente) encontramos claridad paso a paso para la acción inspirada. Mientras además nuestra capacidad de sentirnos a nosotros mismos, de estar con nosotros mismos crece.
Desde tu maestría personal eres capaz de contener a otros. Desde el espacio interno que has creado a través de sentirte incondicionalmente es que tu sola presencia se transforma en sanación para otros en su dolor. La capacidad de contener a otros tiene estricta relación con haber sido capaz de contenerte a ti mismo en primer lugar.
No podemos hacernos cargo del dolor de otros. Pero podemos crecer en nuestra capacidad de trascender nuestro dolor personal, anclarnos aún más en nuestra Estado de Ser Natural que está conectado con la profundidad de la existencia misma, de esa parte nuestra que nunca sufre y que es sabia por naturaleza.
En tiempos de crisis personales y sociales, estamos conectados. Hacemos un trabajo personal para ayudarnos a nosotros mismos y en consecuencia, apoyamos a todos los que nos rodean.