Hoy me senté a cuestionarme la profundidad de esta afirmación (“la vida me pone a prueba” o “Dios me pone a prueba”), y desgranar las creencias que la sostienen para analizarla juntos.
Hay muchísimos ángulos desde donde podría escribir esta columna (y fallida- mente me he sentado varias veces), y me pregunto ¿qué es lo que más podría aportar a otros? Y pienso en los cientos de miles de personas que, como yo, pueden estar en un proceso de sanación y reestructuración.
“Yo creo que a la gente le gusta sufrir” me comenta mi pareja cuando le pregunto qué le parece la idea de escribir una columna sobre el sufrimiento, “es más” -me dice-, “la gente es adicta a sufrir. No creo que a las personas les interese este tema”. Y pienso que tiene razón, sin embargo, quiero hacer una apuesta diferente.
El miedo es una de las emociones más contractivas que podemos sentir como seres humanos. Es la base de muchas otras emociones tales como la vergüenza, la angustia, la desconfianza, la desesperación, entre muchos otros.
Cuando aprendes a trabajar con tus miedos y a liberarte de esa energía base, toda tu realidad se transforma.
¿Por qué algunas cosas se te dan fáciles y otras no? ¿Podemos influenciar la realidad en la que vivimos? ¿Es posible sufrir y esforzarnos menos en la vida?
¿Te imagines cómo sería tu vida si simplemente con pedir lo que deseas esto llegara a ti? ¿Es esto posible o una idea irreal? ¿Es verdad que lo que piensas y dices tiene un impacto en lo que llega a ti?